Uno de los aspectos más importantes de la Orden del Temple, y causa de su nacimiento, sin lugar a dudas fue el de la guerra. En el año 1120, según nos dicen las crónicas, Hugo de Payens junto con otros ocho compañeros, emitieron los tres votos de castidad, pobreza y obediencia frente al patriarca de Jerusalén, Gormondo de Piquigny, añadiendo un cuarto voto, el de la protección de los peregrinos y defensa de los Santos Lugares.
Esa fue la primera misión militar desempeñada por los templarios en Tierra Santa, el proteger a los peregrinos llegados de occidente que circulaban por un estrecho corredor que comunicaba el puerto de Jaffa con Jerusalén. La mayoría de nobles y caballeros cristianos, una vez conquistada Jerusalén, o bien volvieron a sus lugares de origen, o bien se dirigieron en busca de nuevas aventuras y riquezas hacia Edesa y Antioquía, dejando en cierto modo desprotegida esta ruta de peregrinaje.
Es evidente que estos primeros caballeros que realizaban estas misiones de protección de peregrinos y vigilancia de caminos, ya tenían una sólida base militar obtenida en occidente, pero aún así, debieron desarrollar unas tácticas y técnicas de combate individuales que fueran capaces de ser efectivas contra los malhechores y ladrones que hostigaban a los peregrinos, ya que estas acciones no pasaban de ser en la mayoría de los casos simples escaramuzas, en las que primaban las tácticas de combate individuales, además de tener que adaptar su modo de combatir al de los sarracenos.

Aunque algunos historiadores sitúan la primera operación guerrera de la Orden del Temple en el año 1129, en el sitio de Damas (Siria), si hacemos caso a la documentación existente, la primera acción bélica en la que intervinieron los templarios, debemos situarla en el año 1138. En aquel año, el rey de Jerusalén Fulco V de Anjou, también conocido como el Joven, tras la caída en el sur del reino de la fortaleza de Barin, se vio obligado a entrar en acción. Junto a Thierry de Alsacia, conde de Flandes, sitiaron a los musulmanes que se encontraban en una pequeña fortaleza ubicada entre el Monte Jilad y Ajlun, en la región de Galaad. Sin embargo, viendo los turcomanos en ese momento la ciudad de Jerusalén desprotegida, asaltaron y saquearon la aldea de Teqoa. En aquellos momentos los templarios eran las únicas fuerzas operativas que se encontraban en Jerusalén, por lo que salieron en su defensa. Avisados el rey Fulco y el conde Thierry de aquella incursión musulmana acudieron rápidamente a la ayuda de los templarios.
Los turcomanos al ver que el ejército de Jerusalén se les echaba encima se disolvieron en los llanos de Ascalón negándose a entrar en batalla.
El grueso de las tropas francas interpretó la huida turcomana como una victoria y desoyendo el consejo del maestre templario, cometió el error de dedicarse al pillaje y a la desbandada, en lugar de perseguir a los enemigos que se daban a la fuga, por lo que estos se reagruparon atacando por sorpresa a los cruzados. El maestre del Temple, Roberto de Craón, al ver la maniobra musulmana, reunió a sus caballeros con el fin de proteger a las tropas cruzadas que se encontraban totalmente desordenas y desperdigadas, haciendo frente a este nuevo ataque, encuentro que tuvo un desastroso final. Tan solo dieciocho templarios consiguieron salvar la vida. El resto perecieron en la contienda, entre ellos Eudes de Montfaucon, uno de los más bravos caballeros.
Así narraba lo sucedido Guillermo de Tiro (1130-1185) en su capítulo VI, titulado “Hierosolymorum rex ultra Jordanem praesidium obsidet et occupat violenter. Apud Thecuam nostri miserabiliter prosternuntur”del libro XV de su “Historia Rerum in Partibus Transmarinis Gestarum”:
“Erat autem casu Hierosolymis illis diebus ab Antiochia veniens, vir piae in Domino recordationis, miles eximius et in armis strenuus, nobilis carne et moribus, dominus Robertus, cognomine Burgundio, natione Aquitanicus, magister militiae Templi. Hic cum quibusdam de fratribus suis et cum iis qui Hierosolymis remanserant, paucis et promiscui generis equitibus, vexillum regium bajulante quodam domini regis familiari, Bernardo Vacher, subsequente populo, ad locum praedictum certatim et sub omni celeritate contendunt. Audientes itaque Turoi nostrorum adventum, locum deserentes Habehim, Joelis prophetae domum, versus Ebron patriarcharum sepulcrum, fugam inierant; volentes inde in plana Ascalonam versus descendere. Nostri autem, scientes hostium acies in fugam versas, non eisdem vestigiis inhaerentes, tanquam de tropaeo certi, sed ad diversa incaute nimis tendentes, fugientium spoliis magis quam stragi hostium insistebant imprudenter Quod intelligentes qui fugam inierant, iterum more solito conglobati, resumentes animos, dispersas acies, quantum possunt, revocare nituntur, nostrisque ex improviso et nimis confidenter irruentes, passim vagantes et securos invadunt, gladiis obtruncant; paucis tamen resistentibus et collectis adinvicem, pugna committitur.
Inter haec, qui diversa fuerant secuti tubarum clangore, stridore cornuum, equorum fremitu, armorum fulgore coruscantium, vocibus suos adhortantium, simul et pulveris equorum pedibus agitati nebula in sublime rapta, commoniti, ad locum cum properant certaminis. Sed antequam eorum qui restiterant catervis se conjungerent, deficientibus primis et in fugam actis, facti sunt hostes, nostris devictis, superiores. Conversos itaque in fugam nostros, per loca saxis asperrima et prorsus invia, et omnino fugam non admittentia sagittis et strictis gladiis more hostium insectantes, alios ferro perimunt, alios prosternunt praecipites; et a praedicta Hebron, quae est Cariatharbe, usque in fines Thecuae persequentes, stragem multam nimis operati sunt in populo. Ceciderunt autem illa die multi nobiles et inclyti viri, inter quos vir eximius frater militiae Templi, Odo de Monte Falconis, omnes morte sua moerore et gemitu conficiens, occisus est. Hostes vero victoria potiti, caede nostrorum et spoliis laetantes, Ascalonam reversi sunt. Nostri autem qui in expeditione erant, cognito quod apud nos acciderat infortunio, animo nimirum sunt vehementer consternati. Sed tamen intelligentes hanc esse bellorum legem, ut nunc hi, nunc illi variis eventibus fiant superiores, iterum consolationem recipientes, coepto instant operi ferventius solito, et auctore Domino, infra paucos dies praedictum obtinent praesidium, inde cum gloria et triumpho ad propria reversi.”
“Pero estaba por casualidad en Jerusalén aquellos días, venido de Antioquía, un hombre piadoso en el recuerdo del Señor, soldado distinguido y esforzado en las armas, noble en cuerpo y costumbres, Roberto, de sobrenombre Burgundio, aquitano de nación, maestre de la milicia del Templo. Este, con algunos de sus hermanos, y con aquellos que permanecían en Jerusalén, pocos y sin la distinción del género de la caballería, abrazaron con empeño, seguidos del pueblo, en el citado lugar y con toda prontitud, el estandarte real que portaba el amigo del señor rey, Bernardo Vacher. Así pues, al escuchar a Turoi llegado a nosotros desertando del lugar de Habehim, casa del profeta Joel, emprendió la huida hacia el sepulcro de los patriarcas de Ebron; se quería por ello descender hacia la llanura de Ascalón. Así pues nosotros, sabiendo la perspicacia del enemigo en preparar huidas, no adhiriéndonos a sus vestigios, como de victoria cierta, sino a lo opuesto huyendo de más botín que, ofrecido demasiado incautamente por el enemigo, se daba imprudentemente a estrago. Porque notando los que emprendieron la fuga, por su parte, el retraso habitual, reunidos, recobrando los ánimos, dispersaron las tropas, esforzadas en replegarse, tanto como pudieron y las nuestras, de improviso y lanzándose demasiado confiadamente, atacaron desordenadamente, errantes y confiadas, fueron muertas a espada; no obstante unos pocos resistieron y, reunidos a su vez, entablaron combate.
Mientras tanto, recuerdo a aquellos que por su parte fueron perseguidos al lugar con apresurado empeño, al son de trompetas, estruendo de cuernos, estrépito de caballos, fulgor de armas chocando, voces alentando a los suyos, al mismo tiempo que el polvo de los pies de los caballos arrebatado en nubes hacia arriba. Pero antes de que se uniesen aquellos que resistían a los escuadrones, abandonaron a los primeros y fueron puestos en retirada, sometidos nosotros por el superior enemigo. Así pues, fueron puestos en fuga los nuestros por un lugar escarpado, escabroso y totalmente inaccesible, y no se permitió en verdad la fuga perseguidos a muerte por las severas flechas y espadas del enemigo, otros destruidos a hierro, otros derrotados despeñados; y desde la citada Hebrón, que está en Cariatharbe, perseguidos hasta el fin de Thecua, demasiados estragos fueron realizados en el pueblo. Cayeron también aquel día muchos nobles y hombres ilustres, entre los cuales murió el distinguido varón, hermano de la milicia del Templo, Odo de Monte Falcón, y todos lamentaron su muerte prorrumpiendo en sollozos. En cuanto al enemigo, obtuvo la victoria aniquilando a los nuestros y, regocijándose del botín, volvieron a Ascalón. Además, los nuestros que estaban de expedición, sabido el infortunio que nos había sucedido, tenían los ánimos demasiado ardorosamente abatidos. Pero sin embargo entendiendo ser así la ley de la guerra, recibiendo el consuelo de que en adelante en aquel lugar los diversos resultados sean mejores, emprendido al instante el trabajo con el ímpetu acostumbrado, y con la autoridad del Señor, pocos días después de lo antedicho obtendrían protección, y por ello regresarían con la gloria y el triunfo propios”.

Aún así, cabe la posibilidad de que la primera intervención militar de la Orden del Temple no se produjera en Oriente, sino en la Península Ibérica, ya que según el Cartulaire général de l’ordre du Temple, una colección de las actas oficiales de la Orden fechadas entre 1119 y 1150, frey Raimundo Bernardo, el 19 de marzo de 1128 en la ciudad de Braga, recibe de la Reina doña Teresa de Portugal el castillo de Soure, cerca de Coimbra, castillo fronterizo con los musulmanes, por lo que no es de extrañar que pronto tuvieran que entrar en batalla.
Documento de donación al Temple del Castillo de Soure (Portugal). 19 de marzo de
1128.
Copia del XV« s., Lisbonne, Arch. da Torre do Tombo, Libro dos Mestrados, fol. LXIV» ; del XVI s. (de don Alvarez), ibid., reg. 234, fol. cxxii. — Cf. Malta Nuova, I, p. 26.
“In Dei nomine, ego regina Tarasia (a) facio ista cartula tes tamen ti Deo et militibus Templi Salomonis, pro remedium animarum mearura et remissionem peccatorum meorum, de castello scilicet, quod Saurium vocatur. Damus illud castellum Deo et supradictis militibus Templi per suos termines anticos, cum aquis et pascuis, terrenis cultis vel incultis, cum omnibus suis directis ad supranominatum castellum pertinentibus, id est, cum omnibus que michi de supradicto opido vel loco, solito more, erant reddenda, ad milites Templi Salomonis deinceps reddantur, itaque cum quanto tune in eo aprestitum est vel fuerit, dono et concedo. Est igitur opidum illud in terretorio Golinbriensi, discurrente aqua Mondego. Si quis ergo hoc factum vel scriptum irrumpere voluerit, anathema sit. Et ego comite Fernandus ipso dono que michi fecit regina donna Taresa ibi, ego dono et concedo Deo et Templum.
Facta cartula testamenti, xmi kalendas aprilis, era millesima C.LXªVIª Nos supradictos hune testamentum propriis manibus roboraXXXmus qui presentes fuerunt :
Aldefonsus Legionensis rex confirme.
Gomes Rodrigus Gallicianus confirme.
Pelagius Suarides confirme.
Egas Gensendiz confirme.
Gunsalvus Didaz, alcaiad Golinbr(ie) , confirme.
Pelagie Nudiz, alcaiad de Montemajore, confirme.
Randulfus testis.
Zalama testis.
Zoleima testis.
Menendus proprie curie notarius scripssit.
Et hanc cartam fuit roborata in manu donni Raymundi Bernardi, in ci vita te Bracara, tali mode et tali pacte ut si illud castellum ante mortem nostram dederimus, nullis de nostris inimicis in eo recipiant, et si ibi intraverit, mittant eum foras, sic qui nulla contraria inde nobis exeant ».
El día 8 de julio de 1131, Ramón Berenguer III, conde de Barcelona, tras haber profesado en la orden, redactaba testamento donando al Temple su caballo, de nombre Danc, su propia armadura, y el castillo fronterizo de Grañena, el cual se encontraba en primera línea, a tan solo seis kilómetros al sur de Cervera, frente a los musulmanes, para que “ad deffensionem Christianitatis, secundum institutionem ordinis milities sue”, es decir “para que los caballeros del Temple se entreguen a la defensa de la Cristiandad conforme al propio instituto de su milicia” (Gonzalo Martínez Díez, Los templarios en los reinos de España, 2001).
Extracto del testamento de Ramón Berenguer III, conde de Barcelona y de Provenza.
Original : Barcelona, Arch. Cor. Arag. Perg. R. Bereng. IIL nº 316.
“Hee sunt condiciones sacramenterum quarum seriem ordinavi ego, Berengarius, cap(ut) scele atque judex, présente Berengarie (a), Gerundensi episcopo, aliisque nebilibus viris, clericis, monachis sive laicis, scilicet Bernardo, Jherundensi sacrista, et Gauzfredo Bisillunensi archilevita, et Arnaldo Johannis et Olivario et Petre Guillelmi, presbiteris ejusdem sedis, et abbate Riupolli Petro, ejusdem ecclesie priere Guillelmo, nec non et vicecomite Narbonensi Aimerice, et Guifielmo dapifere et Raiamballo. In hujus igitur judicis presencia et prefatorum hominum noticia, nos testes, scilicet Berengarius episcopus et Aimericus de Narbona, testificamur extremam voluntatem demni Raimundi Beregarii, comitis Barchinenensis ac marchionis, qui obiit quendam. Quapropter nos, predicti testes, verum pariter dantes testimonium, ab eo regati et jussi, juramus super altare sancte Anastasie, quod situm est in ecclesia Sancte Marie sedis Jherunde, quia nos vidimus et audivimus présentes quando prefatus Raimundus comes, jacens apud Barchinonam in palacio sue detentus ab egritudine qua obiit; dum adhuc esset in sua plena memoria ac lequela, ordinavit suam extremam voluntatem et ordinacionem suarum rerum per suum firmum testamentum, per quod censtituit ut essent sui helemosinarii ac manumisseres, scilicet domnus Ollegarius, Terrachonensis archiepiscopus, et Berengarius, Jherundensis episcopus, et Raimundus, Ausonensis episcopus, et Aimericus Narbonensis et Guillelmus Raimundi, dapifer, et Berengarius de Gheralt et Gaucerandus de Pinos et Guillelmus de Gardona et Raimundus Bernardi de Guardia et Guillelmus Gauzfredi de Gerviano et Reiamballus de Basifia et Raimundus Renardi, quipus injuncxit distribuere omnia que habebat per ordinacionem prefati testamenti, Sicut ipse disposuit, ita dicendo :
Primum, dimisit Sancte Marie Riupollensis cenobii corpus suum……………
Ad sanctum Sepulcrum Domini.
Ad cavalleriam Iherusalem, equm (sic) suum Danc, cum omni armatura sua.
Fuit factum prescriptum testamentum viii idus julii, anno XXIII regnante rege Ludovico. Firmatum fuit a supradicto conditere Raimundo, nomine suo, propria manu conscripte, et a reliquis firmatoribus, scilicet filio ejus Raimundo comité et Aimerice de Narbona et Guillelmo Raimundi, dapifere, et Raiamballo de Basifia et Guillelmo Gauzfredi de Girviano et Raimundo Renardi et Ollegario, archiepiscepe, et Berengarie, Dei gratia Gerundensis ecclesie episcopo, atque Bernardo de Belle Loco.
Scriptor Udalgcrius monachus.
Nos, supradicti testes, testificamuret juramus per Deum quod, sicut superius dictum est, ita a supra nominato testatere Raimundo comité ordinatum est et firmatum, nobis videntibus et audientibus, per extremam voluntatem suarum rerum. Late condiciones xiiii kl. septembris, anno XXIII regni Ludovici régis, infra primes sex menses post obitum prescripti testatoris. Berengarius, Dei gratia Gerundensis ecclesie episcopus………..
Udalgerius monachus, qui has condiciones rogatus scripsit die anneque préfixo X. Ermengaudus sac(erdos) et monachus, qui hec transtulit, cum literis rasis et emendatis in linea xxª iiª r et in xxª iiiiª sub die vi kl. septembris, anno XVIIIrégnante Ludovico regejunioris (sic) » .
Al año siguiente, el 19 de septiembre de 1132, Armengol VI, conde de Urgel, dona otro castillo fronterizo a la Orden del Temple, el de Barberá, recibiendo tal donación el maestre provincial del Temple frey Hugo Rigaud. Desde luego el objetivo de esta nueva donación es el mismo que el del conde de Barcelona Ramón Berenguer III, proteger las marcas defensivas contra los musulmanes.
Pero a pesar de recibir el Temple todas estas donaciones de castillos fronterizos con el objetivo de proteger las marcas defensivas, es evidentemente que aún no disponía en esas fechas de una estructura y de una estrategia militar que fuese lo suficientemente efectiva como para poder entrar en batalla con total garantía. Aunque como hemos visto, bajo el mandato de Roberto de Craón la Orden del Temple no consigue tener un peso específico en lo concerniente a la batalla, si consigue bajo este maestrazgo mediante la bula Omne datum optimum concedida por Inocencio II el 29 de marzo de 1139, la creación de “capellanes para el servicio litúrgico y religioso de las casas de la Orden”, es decir, eximir al Temple de toda jurisdicción episcopal, poniéndose así únicamente bajo la tutela del Papa.
Sin embargo esta situación de falta de capacidad militar pronto va a cambiar bajo el maestrazgo de Everardo de Barres, quien consiguió convertir a las huestes templarias en una unidad de élite capaz de acometer cualquier tipo de acción militar con una contundencia y eficacia capaz de maravillar a los ejércitos cruzados, tal y como ocurrió en 1147, cuando los templarios sacaron de un verdadero apuro al rey francés Luis VII ,apodado el Joven, consiguiendo deshacer una emboscada que los turcos al mando de Masud, hijo de Kiliy Arslan, tenían preparada contra las tropas cruzadas, emboscada que de haberse llevado a cabo hubiera desembocado en una desastrosa derrota de las tropas cristianas en Laodicea y Pisidia.

Los templarios habían conseguido una fórmula capaz de conseguir doblegar por fin a su adversario. Se instruyeron en tácticas y técnicas de combate colectivo y de formación , siendo capaces de reaccionar rápidamente ante el hostigamiento musulmán, desplazándose con premura durante el transcurso de la batalla, y sobre todo sabiendo conservar el lugar y la distancia en las columnas de avance y en las filas de ataque durante todas las hostilidades, sobre todo en las cargas frontales, obedeciendo en todo momento todos los templarios con la misma exactitud, y actuando como si de un solo hombre se tratara.
Esta capacidad de orden y esta exactitud de la caballería templaria al entrar en batalla, chocaba totalmente con la actitud del resto de las tropas cruzadas, incapaces de mantener el orden de combate y su posición en las líneas de ataque debido a las ansias de fama, riquezas y victoria.
El 10 de agosto de 1165, cerca del castillo de Harenc, entre Antioquía y Alepo, debido a la temeridad de los caballeros francos quienes atacaron en desorden a la tropas del Sultán Nur-Al-Din, buscando precisamente el pillaje y las riquezas, de los sesenta caballeros templarios que participaron en la acción tan solo consiguieron sobrevivir siete.
Pero fue en julio de 1187, cuando se produjo una de las derrotas más estrepitosas de los cristianos en oriente, la de los Cuernos de Hattin.
A consecuencia de una mala planificación de la batalla y un mal planteamiento de cómo situar a las tropas sobre el terreno, murieron nada menos que doscientos treinta caballeros templarios. Estos lucharon hasta el final ya que nadie dio la orden de retirada. Pese a ser muy inferiores numéricamente, los templarios presentaron batalla una y otra vez ante el asombro de las tropas de Saladino. Prácticamente ninguno consiguió sobrevivir a esta batalla, ya que los que cayeron prisioneros fueron ejecutados inmediatamente, a excepción de su maestre.
En otros casos, las tropas cruzadas sufrieron grandes derrotas simplemente por hacer caso omiso de los consejos dados por los templarios, mucho más experimentados y con más práctica en la lucha en oriente que los caballeros cruzados llegados de occidente; el 3 de febrero de 1250 frey Guillem de Sonnac fue acusado de cobardía al aconsejar a las tropas cruzadas no lanzar un ataque sobre Mansurah. Finalmente el ataque se produjo. En este ataque perdieron la vida todos los templarios excepto tres.
¿Pero cuál fue el motivo de que los templarios se vieran obligados a desarrollar unas tácticas y técnicas de combate distintas a las habituales?
Pues el simple hecho de que los musulmanes utilizaban técnicas y tácticas totalmente distintas a las utilizadas en occidente.
Mientras que en la Europa occidental lo que primaba era la carga frontal de la caballería pesada, choque que podía llegar a tener un poder de penetración de hasta siete u ocho metros desde el momento que el caballero entraba en contacto con el enemigo, los musulmanes basaban sus ataques en acciones rápidas y el empleo intensivo de arqueros a caballo, lo que producía un desgaste en las filas cristianas, desordenando las filas cruzadas y agotando así a la caballería pesada que era incapaz de seguir y presentar batalla a esta caballería ligera.
Las tropas templarias, si consiguieron tener esa capacidad de reacción, movilidad y contraataque frente a las hostilidades relámpago de la caballería musulmana. De hecho, en muchos casos, el ataque de la infantería y caballería pesada templaria estaba precedido de un ataque de la caballería ligera, los turcópolos, que no tenía otro objetivo que observar y probar sobre el terreno la capacidad de reacción y la posición de las tropas árabes sobre el campo de batalla.

Pero al igual que como vimos anteriormente, los templarios sufrieron grandes derrotas, también consiguieron grandes hazañas y victorias. Los templarios de Sidón comandados por frey Gautier de Menille, masacraron en una emboscada a los embajadores de Rash ad-din, jefe de los batimíes, quienes pretendían entrevistarse con el rey Amaury. En otra ocasión las tropas francas entre las que se encontraban ochenta caballeros templarios dirigidos por su maestre Odo de Saint Amand, sorprendieron y derrotaron en Montgisard a las tropas de Saladino.
Ralph de Diceto (1120-1202), cronista y párroco de la iglesia de San Pablo en Londres, en su Historiarum Ymagines relató la versión de estos hechos según un testigo presencial de la batalla, probablemente dada por un peregrino tras regresar de Tierra Santa:
“Odón, maestre de los caballeros del Temple, como un Judas Macabeo más, disponía de ochenta y cuatro caballeros de su orden que lo acompañaban. Se Lanzó a la batalla con sus hombres, fortalecidos por la señal de la cruz. Cabalgando juntos velozmente, como un solo hombre, cargaron contra el enemigo, sin desviarse a la izquierda ni a la derecha. Cuando reconocieron el batallón que estaba al mando de Saladino, se dirigieron valientemente hacia él. Lo penetraron de inmediato y, sin dejar de abrirse paso a golpes de espada, pusieron en fuga al musulmán, lo atacaron ferozmente y lo aplastaron”.
Pero no solo en oriente los templarios consiguieron grandes victorias. En la Península Ibérica, participaron eficazmente junto a los reyes cristianos en la reconquista, como cuando ayudaron al rey Alfonso VIII de Castilla a la toma de Cuenca el 21 de septiembre de 1177, o como no, en 1212 en las jornadas de las Navas de Tolosa, donde la actuación del Temple en el centro del ejército fue esencial, pues aguantaron el contraataque musulmán, realizando una labor de desgaste y contención que propició en el momento justo la carga de los tres reyes cristianos con sus tropas de reserva, barriendo toda resistencia almohade. Aunque pagaron bien caro su valor, pues perecieron más de la mitad de los templarios junto con el maestre provincial de Castilla frey Gómez Ramírez. En esta batalla no solo participaron los contingentes templarios de Castilla, sino que también lo hicieron los templarios de Cataluña, Aragón y Navarra, al igual que los templarios portugueses a la cabeza de los cuales se encontraba su maestre provincial, frey Pedro de Alvito.
De todos modos y a pesar de estar el Temple ya inmerso de lleno en las grandes batallas, nunca olvidaron su misión de protección, escolta y vigilancia, si bien no de peregrinos en occidente, si de los señores o nobles que se encontraban dentro de las posesiones que ellos gestionaban y así se lo solicitaban, tal y como lo demuestra el siguiente documento del Archivo de la Corona de Aragón, pergamino Pedro II, número 52, recuperado y traducido por nuestro amigo Don Antonio Galera Gracia en su obra “La verdadera historia de la Orden del Templo de Jerusalén a la luz de la documentación histórica” (Edaf 2007):
“Hoc est translatum cuiusdam instrumenti per alphabetum divisi quod subi istis continetur verbis. Notum sit cunctis quod ego Pereta de Argilager et filius meus Arnaldus et uxor sua Boneta insimul pro salute animarum nostrarum mittimus et ponimus in deffensione et proteccione sancte Milicie Templi et fratrum Rius totum ipsum nostrum mansum de Argilager et totum nostrum alodium quod ibi habemus et corpora nostra et omnes habitatores istius mansi cum omnibus rebus nostris. Et est ipse mansus et alodium in parrochia sancti Petri de Roda ad ipsas espulgas. Tali pacto ut fratres milicie deffendant et manuteant istum mansum et alodium et corpora nostra et habitatores istius mansi cum omnibus nostris rebus dum sint Infra cruces sictui res suas propias, et accipiant in isto manso annuatim ipsi fratres unum par caponum in festo omnium sanctorum et nichil aliud ibi demandare possint sine nostra voluntate. Quod est factum kalendas augusti anno domini M.C. XC. VIII. Signum Pereta de Argulager. Signum Arnaldi fili ieius. Signum Bonete uxoris ieius, qui hoc facimus et firmamus. Signum Guillelmi de Cerdaniola procuratoris milicie. Signum Raimundi Mironis bajuli. Signum Andree sacerdotis et publici ville Vici scriptoris. Raimundo levita qui hoc scripsit die et anno quo supra.
Ego Petrus de Pausa sacerdos Vicensis canonicus et decanus ac judex ordinarius qui predicta vidi in origonale non viciato legitime contineri firmo et meum Signum pono. Signum Petri de Ayreis Vicensis canonici et publici ville Vici notarii. Signatum Petri de Alibergo scriptoris jurati qui hoc translatum fecit fideliter translatum et scribi ac clausit mandato Petri de Ayreis publici Vicensis notarii cum dictione emendata in VI.ª linea ubi dicitur sint, Vº. nonas octobris domini M.ºCC.ºLX.º quinto. “
La verdadera historia de la Orden del Templo de Jerusalén a la luz de la documentación histórica. Antonio Galera Gracia.
“Esto es traído aquí de cierto documento redactado por medio del alfabeto en el cual se contienen estas palabras: Sea dado a conocer a todos que yo Pereta de Algilager y mi hijo Arnaldo y su mujer Boneta, todos a un tiempo por la salud de nuestras almas encomendamos y ponemos en defensa y protección de la milicia del Temple y de sus Hermanos todo lo que hay en nuestra mansión de Argilager y todas nuestras propiedades que allí tenemos y nuestros cuerpos y todos los sirvientes de esa mansión con todas nuestras cosas y otra mansión que tenemos en propiedad en la parroquia de San Pedro de Roda, junto a las mismas esplugas. Por tal pacto queremos que los Hermanos de la milicia desciendan y mantengan esta propiedad y nuestros cuerpos y a los habitantes de esta mansión con todas nuestras cosas mientras estén en poder de la cruz como cosas suyas propias y reciban en esta mansión anualmente un par de capones en las fiestas de todos los santos y que ninguna otra cosa puedan demandar allí sin nuestra voluntad , lo cual fue hecho en las calendas de agosto del año del señor de 1198. Sello Pereta de Argilager, sello de Arnaldo, su hijo, de su mujer, que hacen esto y lo firman. Sello de Guillermo de Cerdanyola, procurador de la milicia. Sello de Raimundo Mironis, enterrador. Sello de Andrés, sacerdote, y del escritor público de la villa, Raimundo, aspirante a clérigo que escribió esto en el año y mes citado arriba.
Yo, Pedro de Pausa, sacerdote de Vicensis, canónigo y decano y juez ordinario, que vi lo antes dicho en su original primero, confirmo estar contenidas legítimamente en regla y pongo mi sello. Sello de Pedro de Ayreis, canónigo de Vicensis, y notario público de la villa de Vicensi. Sello de Pedro de Alibergo, escritor jurado, que hizo fielmente transferida esta transcripción y la escribió y se cerró por mandato de Pedro de Ayreis, notario público de Vicensis , con la fecha enmendada en la secta línea donde se dice quinto, en las nonas de octubre en el año del Señor de 1260.”
La verdadera historia de la Orden del Templo de Jerusalén a la luz de la documentación histórica. Antonio Galera Gracia.
Lo que si debemos tener claro, es que esta eficacia y esta ordenación en combate no hubiera sido nunca posible sin el cumplimiento a rajatabla del escalafón jerárquico bajo el que se encontraban los milites al entrar en combate.
Este escalafón jerárquico se encuentra perfectamente descrito en los conocidos como “retrais” (RT), una continuación de capítulos o explicaciones que complementaban la Regla Primitiva de la orden. Los primeros retrais, referidos al escalafón y jerarquía templaria datan del maestrazgo de Beltrán de Blanquefort (1156-1159), mientras que los que hacen referencia a diversos aspectos de la disciplina, sanciones, forma de vida, etc. están fechados en los años 1230 y 1260.
El maestre (RT.77 al RT.98), quien tenía derecho a cuatro caballos, debía estar acompañado por un séquito formado por un hermano capellán, un asistente, un hermano sargento y un caballero llamado de “ayuda de cámara”, que era el encargado de portar su lanza y escudo. También formaba parte de este séquito un herrero, un intérprete musulmán, un cocinero, dos infantes, un turcópolo y un turcomano. Este turcomano, siempre debía ser conducido por un escudero cuando el maestre cabalgaba de un lado a otro de la hueste, volviendo después a su posición en la fila. Sin embargo, en caso de guerra, este turcomano, por lo general uno de los más especializados en la monta a caballo, debía permanecer junto al maestre y resto de sus caballeros: “…et un turcople, et un cuecq, et puet avoir II garsons a pié et i turqueman qui doit estre gardés en la quaravane. Et quant li Maistres chevauchera de terre en autre, le turqueman doit estre menés en destre par un escuier et par une beste de la quaravane; et quant li Maistres retornera, si doit estre mis en la quaravane, et par guerre le puet tenir a sa corde”. (RT.77).
También nos dice la regla, que aunque normalmente el maestre podía contar con dos bestias de carga, si cabalga por lugares en guerra podía contar con cuatro: “…ou que il est guerre, si puet mener IIII sommiers”. (RT.78).
Pero aunque el cargo de mayor rango en la Orden lo desempeñaba el maestre, quien a pesar de su condición, estaba sujeto a las mismas normas y obligaciones que el resto de los hermanos, el verdadero jefe castrense era el mariscal (RT.101 al 109).
Al igual que el maestre, el mariscal tenía derecho a cuatro caballos y a una pequeña escolta formada por dos escuderos, un turcomano, un hermano sargento y un turcópolo.
Además de ser el responsable de adquirir las caballerías, examinarlas y repartirlas (incluso los caballos eran entrenados para usar las pezuñas como un arma de combate), era el responsable de todas las armas y todo el equipamiento de los hermanos, lo que incluía la maquinaria bélica y sus municiones; y aunque todas las armas y equipos de guerra, subastados, de hermanos fallecidos o conseguidos en botín debían ser entregados al mariscal, existía una curiosa excepción: “…fors arbalestres, qui doivent venir en la main dou Comandour de la terre, et les armes turqueses, que les comandeors achatent por doner as frères sergens des mestiers qui sont en leur comandemenz.” (RT.102), es decir las ballestas, que debían ser entregadas al comandante de la tierra y las armas turcas que los comandantes adquirían para los hermanos sargentos.
Era también el encargado de organizar, distribuir y movilizar las fuerzas de combate de la Orden sobre el terreno, “…et il ne doit mètre frères en son leu se il ne vait fors de la terre, ou se il ne fust malades”, (RT.102), y sobre todo, y lo más importante, era el encargado de preparar las tácticas de guerra, tácticas que de estar mal planteadas podían tener consecuencias catastróficas, ya que cada vez que la hueste templaria era vencida en batalla, como sucedió en más de una ocasión, esta se veía mermada en muy alto porcentaje, llegando incluso a la desaparición casi total del contingente que había participado en la contienda. A los casos vistos anteriormente podríamos añadir como ejemplos la descripción que se hace en el “Auctarium Aquicenense” de la toma de Ascalón en 1153, donde perecieron cuarenta templarios junto a su maestre Bernardo de Trémelay, aunque finalmente los cruzados consiguieron conquistar la plaza; la derrota sufrida en 1242 en los desastres de La Forbie y de Gaza, donde de los trescientos cuarenta y ocho templarios participantes en la batalla perdieron la vida en una sola jornada nada menos que trescientos doce, o en 1291 en la pérdida de Acre, donde de quinientos templarios solo lograron sobrevivir diez.

Traducción realizada por Helen Nicholson del sitio y captura. de Ascalón en 1153 de la Aquicinense Auctarium, MGH SS, vol. 6: p. 396.
“1153. Ascalón fue capturado por el ejército del Señor, es decir por los hombres de Jerusalén, y ocupado por nuestro pueblo: en primer lugar, sin embargo, el ejército padecía gran trabajo y prolongada guerra, además de muchos peligros y graves pérdidas. Porque, en los días siguientes a la purificación de la santa madre de Dios [a la Santísima Virgen María: 02 de febrero], el rey de Jerusalén [Balduino III], moviendo su conjunto, ha invertido la ciudad con su ejército diseminado alrededor, y se mantuvo hasta el día de la fiesta de la Asunción de la misma Santísima Virgen [15 de agosto]. Al día siguiente de la fiesta más sagrada, se trasladó [asedió] la torre del campanario con sus tropas militares para que minasen sus paredes con los artificios subterráneos, lo que llevó a que el muro cayera proporcionando una amplia entrada a nuestros hombres. El líder jefe y comandante de ese ejército, que sirve desde el Templo bajo la profesión de comunión fraterna, se precipitó con su tropa, y, llegando a un espacio abierto en la ciudad rodeado de su hueste de hombres, estableció una posición; allí, limitada por la estrechez de las calles, cerradas por muros y por el desmantelamiento de los techos de los edificios, y acosado por todas partes por una multitud cada vez mayor, se sintió abrumado y asesinado con el cuerpo entero de sus hombres. Las cabezas de los cuales fueron reunidas en un montón para que se hiciera evidente que el rey de Babilonia [es decir, de Egipto] como un signo de la victoria; colgaron los cuerpos en las paredes, burlándose de nosotros y provocando el ejército de Dios con palabras de blasfemia. Por último, nuestros hombres mucho más fortalecidos en el Señor, comprometiéndose al Señor con la mayoría de oraciones devotas y hacer votos a la santa madre de Dios, atacó la pared a los tres días, manteniéndose firmes en la fe, que se adelantó gracias a los ingenios bélicos, máquinas y balistas. En verdad, la Vera Cruz se presentó ante el ejército en manos del patriarca. Entonces, de hecho, por el poder manifiesto del Señor, todos fueron golpeados por la ceguera, de modo que cuando un tiro de Balista por la fuerza de las piedras de molino lanzadas cayó en medio de ellos, nadie vio el lugar de entrada, por lo que nadie pudo apartarse del lugar y evitar el golpe de la piedra. Por último, en apuros, entregaron la ciudad en mano del rey, y desde ese momento Ascalón se hizo nuestra. , La ciudad está fortificada con torres muy fuertes, cubiertas con techos de los pisos superiores de los edificios en sus calles como una cripta, y en una medida inexpugnable.”
Estas consecuencias catastróficas son muy fáciles de entender si tenemos en cuenta como veremos más adelante, que ningún templario estaba capacitado a abandonar su puesto en el campo de batalla sin autorización expresa, o que una vez apresados la Orden prohibía tajantemente pagar un rescate por ellos, al igual que les prohibía renegar de su fe para salvar su vida.
Buen ejemplo de ello lo tenemos en el trágico final que sufrieron, al menos, nueve de los veintitrés maestres ultramarinos que tuvo la Orden, por lo menos que se tenga constancia de ello:
Bernardo de Trémelay (1152-1153), muerto en la batalla de Ascalón el 14 de agosto de 1153.
Beltrán de Blanquefort (1156-1159), hecho prisionero junto con ochenta y siete templarios el 19 de junio de 1156 al ser sorprendido en un desfiladero por el Sultán Nur-Al-Din en la batalla del lago de Merón. Fue liberado en 1159.
Odo de Sain Amand (1171-1179), muerto en cautiverio el 19 de octubre de 1180 tras la batalla del vado de Jacob.
Gerard de Ridefort (1185-1189), muerto en 1189 durante la batalla frente a las murallas de Acre.
Guillermo de Chartres. (1210-1219), muerto durante el sitio de Damietta al contraer la peste.
Hermann de Périgord (1232-1244), muerto en octubre de 1242 por las heridas recibidas en la batalla de Gaza.
Guillermo de Sonnac (1247-1250), muerto en la batalla de Al Mansurah, el 11 de febrero de 1250.
Guillermo de Beaujeau (1273-1291), muerto el 18 de mayo de 1291 durante la batalla de Acre.
Tomás Berard (1256-1273), prisionero en Saphed. Liberado más tarde, morirá en 1273.
El siguiente en el escalafón militar tras el mariscal era el turcoplier (RT.169 al RT.172), también con derecho a cuatro caballos, quien tenía como misión durante la batalla organizar a los escuadrones de hermanos sargentos y de turcópolos, caballería ligera templaria formada por arqueros turcos, los cuales servían de avanzadilla, de tropa de reconocimiento, y en muchos casos de nexo de unión entre la infantería y la caballería pesada.
Cuando el turcoplier desempeñaba su misión de exploración tenía derecho a llevar consigo hasta un máximo de diez caballeros: “Et quant le Turcoplier vait a correors et l’en li baille V ou VI ou vm chevaliers, de X en aval, il sont au comandement dou Turcoplier”. (RT.170).
Aunque los turcópolos siempre están bajo el mando del turcoplier, los sargentos solo lo están en tiempo de guerra: “Tuit li frère sergant, quant il sont as armes, sont au comandement dou Turcoplier, et sans armes n’i sont pas; mais li turcople i sont, ou as armes, ou sans armes”. (RT.171)
A pesar de ser el responsable de organizar a estas tropas, bajo ningún concepto podía tomar algún tipo de iniciativa, ya que su obligación era cumplir las órdenes del maestre, del senescal, o del mariscal: “Ne il ne doit poindre ne hardier , se ensi non come le Maistre ou le Mareschau le comandera”. (RT.170)
Seguía al turcoplier el gonfalonero (RT.177 al 179), con derecho a dos caballos, quien era el encargado de distribuir a los escuderos, “et tous les escuiers dela maison sont en son comandement en tous les leus ou il est…”, (RT.177), además de ser el portador del Baucán, la enseña de la Orden del Temple.
El comendador o comandante de los caballeros, y los comendadores de escuadrón, los cuales ejercían el papel de oficiales en el campo de batalla, terminaban de completar esta jerarquía militar de la Orden del Temple.
Pero esta jerarquía, fuera del campo de batalla, todavía era mucho más extensa, ya que a los cargos que hemos visto, deberíamos añadir al senescal, quien era el encargado de sustituir al maestre en su ausencia, al comendador de la tierra de Jerusalén, que ejercía el papel de tesorero, al comendador o comandante de la ciudad de Jerusalén, encargado de la protección de los peregrinos que iban al río Jordan, quien contaba con diez caballeros para realizar esta tarea, los comendadores de Trípoli y Antioquía, al pañero, a los comendadores de las casas, y al submariscal, encargado de los hermanos artesanos.
Como decíamos anteriormente, para que la eficacia y contundencia de la hueste templaria, capaz de movilizar entre cuatrocientos o quinientos caballeros y entre dos mil o dos mil quinientos peones fuera posible, la disciplina debía de ser absoluta. Debían de actuar totalmente al contrario de cómo lo hacía el resto de caballería cruzada, actuación casi siempre identificada con la vanagloria, y la sed de riquezas.
Así pues, tanto caballeros, como sargentos, turcópolos y escuderos, además del resto de la mesnada templaria, capellanes, artesanos, sirvientes, etc., debían de cumplir a rajatabla y sin excepción una serie de normas y de pautas con el fin de conseguir esa disciplina tan absoluta.
Todas estas normas de conducta y comportamiento durante la batalla también las encontramos en los “retrais” que complementaban la Regla Primitiva de la orden, más concretamente del 148 al 168. Recordemos que una vez añadidos todos los retraits la Regla del Temple llegó a contar con nada menos que 678 artículos.
Cuando los hermanos debían preparar la marcha, les estaba tajantemente prohibido a todos ellos poner sus sillas y guarniciones a las caballerías, así como montar y desatender sus puestos antes de que el mariscal hubiera dado la orden (RT.156). Además, se les pedía estar siempre alerta con el objetivo de recoger el campamento y cargar todos sus pertrechos lo más rápido posible para así poder partir en cualquier instante: “Quant le Mareschau fait crier le monter, li frère doivent regarder lor places, que riens de lor hernois ne remaigne…”. (RT.157).
También decía la regla que cuando un hermano necesitara, por el motivo que fuera, hablar con el mariscal, jamás debía de ir montado en su caballo. Siempre debía de hacerlo a pie y regresar inmediatamente a su puesto a la espera de la orden.
Una vez dada la orden de montar y partir, los hermanos debían de hacerlo después de haber comprobado que no olvidaban ninguno de sus pertrechos.
También la regla nos dice como los hermanos debían formar la línea de marcha; debían hacerlo siempre en orden, ocupando el sitio asignado en la columna y seguidos de sus escuderos y caballos de carga.
En primer lugar cabalgaba el maestre, junto con el senescal y el mariscal. Por detrás de ellos cabalgaba el comendador de Jerusalén, el pañero, el turcoplier, el submariscal, y el gonfalonero, siempre protegido por una escolta de diez caballeros. Tras el gonfalón, venían los caballeros, sargentos, escuderos, capellanes, y gentes de servicio.
Una vez puestos en marcha, cada uno de los caballeros ordenaba a sus escuderos que pasaran delante de él con sus caballos de carga para así de este modo poder vigilarlos. Si la marcha era nocturna, esta debía de hacerse en total silencio: “Et se il est nuit, ait silence, se ce ne fust por aucune besoigne profitable, et puis doit aler bêlement et en pais a sa route jusques a l’endemain que il ayent oy prime ou dite, en la manière que il est establi en la maison, et
tant come la herberge dure” (RT.157).
Si durante la cabalgada, algún hermano tenía que hablar por algún motivo con el mariscal o con cualquier otro hermano, debía de abandonar su puesto siempre con sus escuderos y caballos de carga, para ocuparlo de nuevo inmediatamente después de la conversación.
Cuando un hermano por el motivo que fuere se veía obligado a abandonar su puesto en la formación, debía procurar hacerlo siempre por el lado hacia el que soplaba el viento, para evitar que la polvareda del desierto cayese sobre sus hermanos, lo que impediría la visibilidad de la columna. si por algún motivo un hermano no puede o no sabe llegar al lugar al que quiere ir en la formación , otro de los hermanos debe ponerse delante de él con el fin de guiarlo, volviendo ambos a su puesto lo antes posible.
Por su puesto, la regla también prohibía salir de la formación para descansar o para charlar sobre temas mundanos, sin embargo, si un hermano por algún motivo en concreto quería probar su montura, podía cabalgar o saltar con su caballo durante un tiempo breve, volviendo después en silencio a la formación (RT.162). Si por casualidad la vida de un cristiano corría peligro porque un turco corría tras él para darle muerte y otro hermano quería dejar su puesto en la formación para ayudarle, podía tambien hacerlo sin permiso y luego regresar a su puesto en silencio; “Et se il avenist par aventure que aucun crestien alast folement, et aucun turc li corrust sus, por lui ocirre, et il fust en péril de mort, et aucun qui fust celé part vousist partir de s’eschele por lui secorre, et sa consciense le repreist que il le peust secorre ,bien le porroit faire sans congié, et puis retorner en s’eschiele bêlement et en pais” (RT.163)
También se prohibía a los hermanos, en caso de guerra y con el fin de evitar las emboscadas, alejarse de la formación incluso para abrevar a sus caballos, teniéndolo que hacer allí donde se detuviese el gonfalón de la orden. (RT.159).
En cuanto a como los hermanos debían de instalar el campamento, la regla nos dice que ninguno debía de ocupar su puesto por su cuenta, ni tan siquiera descansar, y debían esperar la orden pertinente: “Herbergés vos, seignors frères, de par Dieu”, (RT.148), es decir “Acampad, señores hermanos, en nombre de Dios”. Una vez recibida esta, los hermanos montaban sus tiendas siempre alrededor de la del mariscal y de la del Comendador de Tierra Santa. Debido a la inseguridad permanente en la que se encontraban las huestes templarias, estaba totalmente prohibido que los hermanos caballeros enviaran a sus escuderos a buscar leña o herbaje para sus caballos, a no ser que se encontraran al alcance de la voz desde el campamento, pudiendo mandar solo a uno de cada dos escuderos (RT.149). Cuando el establecimiento se realizaba en una plaza fuerte, esta distancia permitía alejarse a los escuderos a una legua de distancia del campamento.

Una vez en combate, cada uno de los hermanos debía ocupar su puesto en la formación de ataque, y bajo ningún concepto podían abandonarla. Se organizaban en escuadrones, siendo comandados cada uno de estos por un comendador, los cuales portaban un gonfalón de reserva enrollado en su lanza, y siempre bien guarnecido por diez caballeros.
Antes de lanzarse al combate, el mariscal tomaba de manos del submariscal el estandarte de la orden, el Baucán, siempre custodiado por los caballeros más experimentados y más valerosos de la orden, en un número de seis a diez. La misión de estos guardianes no es otra que proteger el gonfalón hasta el final, sin abandonarlo ni alejarse de él bajo ninguna circunstancia, derribando al enemigo en el momento preciso.
A poca distancia del gonfalón principal, cabalgaba el comendador de los caballeros, quién portaba en su lanza un Baucán de reserva, también protegido por diez caballeros. Su misión no era otra que desplegar su gonfalón en caso de que el mariscal fuera abatido o su gonfalón perdido durante la batalla, con el fin de reagrupar a las fuerzas de ataque.
En el caso de que el comendador de los caballeros también fuese abatido, su lugar era ocupado por uno de los comendadores de escuadrón, el cual inmediatamente desplegaba su Baucán con el fin de servir de punto de organización y encuentro de los milites, y así sucesivamente.
Ninguno de los caballeros debía abandonar la batalla mientras fuera visible unos de los gonfalones de la orden, y en el supuesto caso de no divisar ninguno de ellos, tenía la obligación de unirse a las fuerzas de la Orden del Hospital, y en caso de no encontrarlo, debía ponerse bajo las órdenes de cualquiera de los estandartes cristianos que se encontraran en batalla. Bajo ningún concepto un hermano templario debía retirarse del combate. Los caballeros templarios vencían por Cristo, o morían en Cristo. El no cumplir esta estricta norma era castigado con la expulsión de la orden.

En caso de ser derribados y hechos prisioneros por el enemigo, en ninguno de los casos podían renegar de su fe con el objeto de salvar su vida, y la orden no contemplaba en ninguno de los casos el pagar un rescate por ellos, ni autorizaba a ninguno de los hermanos a hacerlo. A sabiendas de ello, los musulmanes decapitaban a los templarios después de haberlos sometido a todo tipo de torturas, en algunos casos con extrema crueldad, como ocurrió con los prisioneros hechos en la batalla de los cuernos de Hattin en 1187, muchos de los cuales fueron decapitados por ulemas y ascetas, personas sin ningún tipo de experiencia en el manejo de las armas, por lo que en muchos casos el tiempo para realizar el trabajo encomendado se hizo interminable. Antes de ser decapitados, se les dio la oportunidad de salvar sus vidas abrazando la religión del Islam, levantando el dedo y proclamando la ley, mediante la fórmula “Lâ illâha illâh Allâh”, “No hay más dios que Dios”. Ninguno de los templarios renegó de su fe.
Pero esta forma de actuar de los templarios no es nada nuevo. En 1177, Odon de Saint Amand, maestre del Temple, es hecho prisionero por Saladino en la batalla de Paneas o también llamada del Vado de Jacob. El sultán le ofrece un cambio de su persona por uno de sus emires, prisionero de la orden, a lo que frey Odon se niega respondiendo:
«No quiero autorizar con mi ejemplo la cobardía de aquellos de mis religiosos que se dejarían prender con la mira de ser rescatados; un templario debe vencer o morir, y no debe dar por su rescate más que su puñal o su ceñidor».
En 1237, espirada la tregua con el sultán de Alepo, los templarios se dirigieron junto a Guillermo de Monferrato, preceptor de Antioquía a sitiar dicha plaza. El sitio nunca se produjo, ya que antes de que llegaran a Alepo los tucos cayeron sobre ellos masacrándolos a todos. En este encontronzazo, llevaba el Baucán de la orden un caballero ingles, frey Felipe de Argenton. Frey Felipe prefirió que le cortaran los dos brazos y las dos piernas antes que rendir el estandarte templario (Historia Anglorum, 1253. Mateo París)
Sirva como ejemplo de la actividad militar que realizaron los templarios, la siguiente cronología de algunos los hechos de armas más importantes realizados durante su existencia:
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1136
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Roberto de Craón, al frente de sus caballeros templarios derrota y pone en fuga a Asourad, quien asolaba en aquellas fechas Palestina.
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1138
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Los templarios, junto con el ejército francés, embarcados en setenta navíos pusieron sitio a Lisboa, fracasando y siendo derrotados.
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El maestre Roberto de Craón es derrotado en Teqoa por los turcos. Tan solo dieciocho templarios consiguen salvar la vida.
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1147
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La hueste templaria apoya al rey portugués Alfonso Enríquez en la conquista de la plaza de Santarem.
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Everardo de Barres, maestre del Temple, salva la vida del rey francés Luís VII en el monte Kadmos, salvando además a los cruzados del desastre en Laodicea y Pisidia.
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1150
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Bernardo de Trémelay, maestre del Temple, marcha con sus caballeros a las órdenes del rey Balduino para intentar acabar con las progresiones de Nur-Al-Din.
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1153
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El maestre Bernardo de Trémelay muere junto a cuarenta caballeros templarios durante el sitio de Ascalón.
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1156
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Beltrán de Blanquefort es sorprendido por Nur-Al-Din durante la batalla del lago Merón y es hecho prisionero junto con ochenta y siete templarios más.
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1159
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Beltran de Blanquefort recobra la libertad junto a siete mil cautivos gracias a la intervención del emperador de Constantinopla.
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1165
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Frey Gilberto de Laci, preceptor del Temple, insta a Godofredo Martel y a Hugo el Moreno a marchar bajo su Baucán contra Nur-Al-Din, que se encontraba acampado en el condado de Trípoli.
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En el mes de agosto, Nur-Al-Din se venga de este ataque cerca del castillo de Harenc. De setenta templarios se salvaron solo siete.
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1170
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Los templarios atacan a Saladino con la intención de que levante el sitio de Daroum, cerca de Gaza. Según Guignes el sultán ganó la batalla, según Jauna la perdió.
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Saladino decide atacar Gaza, que estaba en manos templarias. Gracias a la buena defensa de sus caballeros Saladino decide retirarse.
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1173
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Los templarios de Sidón comandados por frey Gautier de Menille aniquilan en una emboscada a los embajadores de Rash ad-din, jefe de los batimíes enviados a entrevistarse con el rey Amauri.
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El rey Amauri envía a sus tropas contra Sidon y ataca la plaza templaria, haciendo prisionero a frey Gautier de Menille, quien muere en Tiro.
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1177
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Los templarios unidos al conde de Flandes asolan las cercanías de Cesarea, presentándose ante las puertas del castillo de Harenc, aunque no pudieron tomarlo.
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El maestre del Temple, Odón de Saint Amand al frente de ochenta templarios y 500 cruzados sorprenden a Saladino y sus treinta mil soldados derrotándolos en Montgisard
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Los templarios ayudan activamente al rey Alfonso VIII de Castilla en la toma de Cuenca.
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1179
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Muere en cautiverio el maestre del Temple Odón de Saint Amand tras caer prisionero en la batalla de Paneas.
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1180
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Arnaldo de Torroja y el gran maestre de los hospitalarios se ven obligados a firmar una paz deshonrosa con Saladino.
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1187
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Templarios y hospitalarios atacan con algunos cientos de hombres a un destacamento musulmán de siete mil hombres al mando de los cuales se encontraba Aldhal, hijo de Saladino. Prácticamente todos los templarios y hospitalarios son aniquilados. Solo consigue escapar con vida el maestre del Temple Gerard de Ridefort.
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Como consecuencia de este ataque, Saladino inflinge una gran derrota a las tropas cruzadas en la batalla de los cuernos de Hattin. Mueren en batalla más de ciento cincuenta templarios. El resto, unos doscientos treinta, son hechos prisioneros y degollados. Tan solo salva la vida Gerard de Ridefort.
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El 4 de septiembre capitula Ascalón y poco después Gaza, que estaba en manos templarias.
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1188
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Gerard de Ridefort es puesto en libertad.
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1189
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El maestre templario es el encargado de comandar las tropas de reserva en la batalla que se dio contra Saladino en Acre. Si no es por la actuación de las tropas templarias, Saladino hubiera masacrado a los cruzados. Gerard de Ridefort muere frente a las murallas de la ciudad.
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1191
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Roberto de Sable junto a sus caballeros templarios y bajo las órdenes de Ricardo Corazón de León, consiguen derrotar a las tropas de Saladino en la batalla de Arsuf.
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1192
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Roberto de Sable envía a cien caballeros templarios para que tomen posesión de la isla de Chipre. Debido a las hostilidades de los griegos, se ven obligados a refugiarse en el castillo de Nicosia. Temiendo por su vida, deciden lanzar una carga de caballería contra los sitiadores. Buscaban una muerte gloriosa y encontraron una victoria inesperada.
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1201
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El rey de Armenia toma a los Templarios el fuerte Gastón, situado en el principado de Antioquía.
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1202
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Felipe de Plesiez, hace desplegar el Baucán frente al fuerte Gastón con el objetivo de restituir la plaza.
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1212
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Victoria cristiana en las Navas de Tolosa. En esta batalla participan no solo los templarios de Castilla, cuyo maestre Gómez Ramírez muere por las heridas producidas en el combate, sino que también lo hacen el resto de templarios de los reinos peninsulares, incluido Portugal, a la cabeza de los cuales se encontraba su maestre Pedro de Alvito.
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1218
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Guillermo de Chatres, junto a sus templarios pone sitio a Damietta desembocando en el Nilo y venciendo a los egipcios en una batalla naval.
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Mientras los templarios se encuentran sitiando Damietta, los musulmanes cercan el castillo templario de los Peregrinos, pero la buena defensa de este hace imposible su asalto.
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El maestre Guillermo de Chatres muere en el sitio de Damietta debido a una enfermedad epidémica provocada por la inundación del Nilo
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1219
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Finalmente las tropas cruzadas toman la plaza de Damietta, siendo maestre del Temple Pere de Montagut.
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1225
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Los templarios toman parte por Jaime I, rey de Aragón en su enfrentamiento con Montcada, quien se había propuesto destronarle.
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1228
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Las tropas de Jaime I en las que participaban las huestes templarias desembarcan en Mallorca.
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1235
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Jaime I obtiene la rendición de Ibiza, ganada por la caballería del Temple.
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Con la ayuda de las tropas templarias, Jaime I de Aragón conquista el castillo de Montcada.
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Los templarios son derrotados al intentar recuperar su castillo de Darbask en Antioquía.
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1237
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Los templarios junto al preceptor de Antioquía Guillermo de Monferrato, cabalgan con el objetivo de sitiar la plaza de Alepo. Ni siquiera consiguen llegar ya que son masacrados por los turcos.
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1244
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Desastres de La Forbie y Gaza. El maestre de l Temple Armand de Perigord, fallece debido a las heridas de guerra. De trescientos cuarenta y ocho templarios tan solo se salvan treinta y seis.
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1247
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El rey francés San Luís, llega a Chipre con gran número de caballeros templarios con el objetivo de asediar la plaza de Damietta junto con el maestre templario Guillermo de Sonac.
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1249
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Los cruzados junto a las tropas templarias toman al asalto Damietta.
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1250
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Los templarios junto a las tropas francas son masacrados en la batalla de Mansurah. De todos los templarios tan solo sobrevivieron tres.
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1259
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Los templarios, al igual que los hospitalarios toman partidos distintos en las disputas entre genoveses y pisanos. En las hostilidades solo consigue sobrevivir un caballero templario.
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1263
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El sultán de Egipto, Baybars, se presenta ante los muros de San Juan de Acre al frente de treinta mil soldados. El valor de los templarios y hospitalarios le obligó a retirarse.
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El maestre del Temple, Tomás Berardi cae prisionero en la batalla de Saphed.
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1266
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Frey Pedro Queralt, lugarteniente del maestre provincial de la Orden del Temple en Aragón, por orden de Jaime I auxilia con sus tropas a los castellanos para que puedan sofocar la sublevación de los moriscos murcianos.
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1268
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El sultán Baybars toma a los templarios el castillo de Beanfort, así como la mayoría de plazas que tenían en Armenia.
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1269
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La flota templaria junto hospitalarios y calatravos acompañan a Jaime I en su fallida cruzada a Tierra Santa.
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1274
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El maestre del Temple Guillermo de Beaujeu consigue liberar al rey Hugo de Lusiñan del hostigamiento musulmán.
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1276
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El maestre provincial de la caballería del Temple , frey pedro de Moncada, combate a lo moriscos valencianos sublevados contra la corona.
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1285
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Se ordena a la caballería del temple proteger la costa catalana frente a una incursión de navíos franceses.
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1291
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San Juan de Acre es sitiada por tierra. El maestre del Temple Guillermo de Beaujeu, es elegido como comandante supremo para la defensa de la plaza. Muere en la batalla a causa de una herida provocada por una flecha envenenada.
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Teobaldo Gaudini, comendador de la Orden del Temple se atrinchera en la Casa del Temple, resistiendo durante diez días más. Los templarios son masacrados en las ruinas de una torre que habían minado. Teobaldo Gaudini con los supervivientes se retira hacia Sidón y el castillo de los Peregrinos.
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1298
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Casan, rey de los tártaros mongoles, acude a la llamada de socorro de los armenios. Los templarios, a la cabeza de los cuales se encontraba Jacobo de Molay, se unen a él, consiguiendo derrotar a los musulmanes.
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1301
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Cae la plaza templaria de Ruad. Ciento veinte caballeros templarios son hechos prisioneros y llevados a El Cairo. El resto son masacrados en el combate.
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1303
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Los templarios junto a los hospitalarios se unen de nuevo con Casan, con el objetivo de presentar batalla a los musulmanes. Derrotados, los templarios se retiran de nuevo a Chipre.
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Los templarios de Francia toman partido por el rey Felipe el Hermoso en su enfrentamiento con el Papa Bonifacio VIII.
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Evidentemente, además de esta férrea disciplina vista anteriormente y de esta convicción de su fe, los caballeros templarios debían de repetir y entrenar hasta la saciedad sus técnicas de combate y lucha con el objetivo de pulirlas al máximo, además de no perder la forma física, dedicando también gran parte del tiempo a realizar todo tipo de ejercicios ecuestres, ya que al ser su principal arma de ataque la carga frontal y compacta de sus caballeros, como si de un solo hombre se tratara, era indispensable que tuvieran un control total sobre sus cabalgaduras.
Generalmente, los jóvenes templarios que eran enviados a Tierra Santa, habían pasado un tiempo en sus encomiendas de occidente realizando labores de patrulla y vigilancia, o bien realizando labores de escolta de altos mandatarios o del dinero de la orden que era trasladado de una encomienda a otra.
Una vez concluido este primer período de entrenamiento, el joven templario ya podía ser enviado a oriente, donde completaría su entrenamiento con el aprendizaje de las tácticas de combate y formación.
Sin embargo, este matar por Cristo o morir en Cristo en el campo de Batalla, choca con su mansedumbre en tiempos de paz, si no veamos lo que dice el cronista Usama ibn Munqidh (1095-1188) a cerca de los templarios:
“Cuando visitaba Jerusalén, solía ir a la mezquita al-Aqsa donde estaban mis amigos los templarios. En uno de los laterales, había un pequeño oratorio donde los frany [cruzados] habían instalado una iglesia. Los templarios ponían este lugar a mi disposición para que orara en él. Un día entré y dije: “¡Allahú Akbar!” e iba a empezar la oración cuando un hombre, un frany, se abalanzó sobre mi, me agarró y me hizo girar el rostro hacia Oriente diciéndome: “¡Así es como se reza!”. En el acto acudieron unos templarios y lo alejaron de mí. Volví a mis rezos, pero el hombre, aprovechando un momento de descuido, volvió a arrojarse sobre mí y me hizo girar el rostro hacia Oriente repitiendo: “¡Así es como se reza!”. Los templarios volvieron a intervenir, lo alejaron y se disculparon conmigo diciéndome: “Es un forastero. Acaba de llegar del país de los franys y no ha visto nunca a nadie rezar sin volverse hacia Oriente”. Contesté que ya había rezado suficiente y salí, estupefacto por el comportamiento de aquel demonio que se había enfadado tanto al verme rezar vuelto hacia la Meca”.
Las Cruzadas vistas por los árabes. Amin Maalouf
Por su parte, el obispo de Acre, Jacques de Vitry, en su “Historia Orientalis seu Hierosolimitana”, describe a los templarios como “Leones en la guerra y corderos en el hogar, rudos caballeros en el campo de batalla, monjes piadosos en la capilla; temibles para los enemigos de Cristo, pura suavidad para con sus amigos”, además de describir a la perfección como actuaba la caballería templaria en combate:
“Hay en tierra de Jerusalén, Casas Religiosas, a saber, el Templo y el Hospital, abundantes en muchas riquezas, y rentas, que recaudan de toda la Europa, y poseyendo muchas haciendas, y pensiones en toda la tierra de Jerusalén: estos asisten a la Cruz del Señor cuando sale, los templarios a la derecha, y los hospitalarios a la izquierda. El cual Templo tiene buenos caballeros, que traen capas blancas, con una cruz roja sencilla: una bandera o estandarte de dos colores, que llaman Baucant, va delante de ellos en las batallas: con orden y sin algaraza van a la batalla: esperan a los enemigos, y sus primeros ataques: en ir son los primeros, en volver los últimos, porque atienden al mandato de su maestre. En mandado este pelear, y sonando por la bocina la orden de sus comendadores, cantan en comunidad todas aquellas palabras de David, con atención y devoción: Non nobis Domine, non nobis, sed nomini tuo da gloriam; esto es: No a nosotros Señor, no a nosotros, sino a tu Santo nombre da la gloria. Armados con sus lanzas acometen al enemigo, y buscando las alas del ejercito enemigo, de un acuerdo, y con mucho brío , sin atreverse a retirarse, o del todo derrotan sus enemigos, o todos mueren, siendo siempre los últimos en retirarse; envían delante a todo el resto de la tropa, tomando a su cargo todo lo demás. Pero si alguno de ellos por algún motivo, en la tierra no se portase con valor, o con menos del que debió, o tomase las armas contra los cristianos, le imponen una dura disciplina”.
Dissertaciones Historicas Del Orden de Cavalleria de los Templarios. Don Pedro Rodríguez Campomanes.
Pero sin duda, es San Bernardo de Claraval, auténtico mentor de la Orden del Temple, quien mejor describe como debían actuar los caballeros templarios en la batalla:
“Cuando es inminente la guerra, se arman en su interior con la fe y en su exterior con el acero sin dorado alguno; y armados, no adornados, infunden el miedo a sus enemigos sin provocar su avaricia. Cuidan mucho de llevar caballos fuertes y ligeros, pero no les preocupa el color de su pelo ni sus ricos aparejos. Van pensando en el combate, no en el lujo; anhelan la victoria, no la gloria; desean más ser temidos que admirados; nunca van en tropel, alocadamente, como precipitados por su ligereza, sino cada cual en su puesto, perfectamente organizados para la batalla, todo bien planeado previamente, con gran cautela y previsión, como se cuenta de los Padres.
Los verdaderos israelitas marchaban serenos a la guerra. Y cuando ya habían entrado en la batalla, posponiendo su habitual mansedumbre, se decían para sí mismos: ¿No aborreceré, Señor, a los que te aborrecen; no me repugnarán los que se te rebelan? Y así se lanzan sobre el adversario como si fuesen ovejas los enemigos. Son poquísimos, pero no se acobardan ni por la bárbara crueldad de sus enemigos ni por su multitud incontable. Es que aprendieron muy bien a no fiarse de sus fuerzas, porque esperan la victoria del poder del Dios de los Ejércitos.
Saben que a él le es facilísimo, en expresión de los Macabeos, que unos pocos envuelvan a muchos, pues a Dios lo mismo le cuesta salvar con unos pocos que con un gran contingente; la victoria no depende del número de soldados, pues la fuerza llega del cielo. Muchas veces pudieron contemplar cómo uno perseguía a mil, y dos pusieron en fuga a diez mil. Por esto, como milagrosamente, son a la vez más mansos que los corderos y más feroces que los leones. Tanto que yo no sé cómo habría que llamarles, si monjes o soldados. Creo que para hablar con propiedad, sería mejor decir que son las dos cosas, porque saben compaginar la mansedumbre del monje con la intrepidez del soldado. Hemos de concluir que realmente es el Señor quien lo ha hecho y ha sido un milagro patente. Dios se los escogió para sí y los reunió de todos los confines de la tierra; son sus siervos entre los valientes de Israel, que fieles y vigilantes, hacen guardia sobre el lecho del verdadero Salomón. Llevan al flanco la espada, veteranos de muchos combates.”
(Capítulo IV de la Loa a la Nueva milicia. Obras Completas de San Bernardo de Claraval, Edición Bilingüe, Edición preparada por los monjes cistercienses de España, Tomo I, BAC, nº 444, Madrid 1993-2ª, págs. 494-543).
Como decía Georges Bordonove en su libro “La vida cotidiana de los templarios en el siglo XIII” (Madrid 1989):
¡ASI ERAN LOS TEMPLARIOS!
Excelente informacion…. Como recreacionsta medieval la valoro sobremanera.
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Acabo de hacerme superfan de este blogs. Tengo un par de preguntas sobre el tema. Puedo hacértelas?
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Por supuesto¡¡¡
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Por supuesto.
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Las gracias a Santiago Soler, el cual tiene varios artículos y libros sobre dicho tema.
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