La Armada Española, el origen (un resumen homenaje a Don Blas de Lezo).

La historia de la Armada Española puede datarse en los últimos años del siglo XV y primeros del siglo XVI, cuando las dos coronas (Castilla y Aragón) conllevaron la unión dinástica, tras el matrimonio de Isabel de Castilla y Fernando de Aragón . En aquel tiempo no existía una Armada centralizada y esta no se consiguió hasta la llegada de los Borbones. No obstante, sí existían flotas militares más o menos permanentes que, cuando era necesario, se reunían para cumplir determinada misión.
Tras el descubrimiento de América, la rivalidad entre España y Portugal es mucho mayor. Ante una posible acción hostil del monarca Juan II de Portugal, los Reyes Católicos encargaron que se organizase una armada oceánica, cuya misión principal era proteger la navegación castellana, tanto en el Estrecho como en las costas atlánticas, así como frenar a los navíos portugueses en la pugna por el control de la ruta al nuevo mundo descubierto que mantenían ambas coronas. Era la denominada ARMADA DE VIZCAYA, denomina así por formarse en Bermeo con naves y tripulaciones vizcaínas (en el sentido amplio, esto es, vascongadas). A finales de junio Íñigo de Artieta, nombrado por los reyes Capitán General de esta armada, reúne las naves en Bermeo y a finales de julio, la armada sale para Cádiz, a donde llegan a primeros de agosto. La primera en formarse por orden de los RR.CC. (Reyes Católicos).
Armada de Vizcaya, capitaneada por Iñigo de Artieta

 

Bandera de Proa


Los preliminares de esta incipiente Armada conjunta pueden estar en la primera y la segunda expediciones a Italia y las acciones de Gonzalo Fernández de Córdoba, el Gran Capitán en 1494; pero quizá la primera gran acción conjunta de las dos armadas en una acción naval fuera la batalla de Mazalquivir en 1505.
En esa batalla (Mazalquivir) que comenzó la campaña española por el norte de África, la organización y planificación fue obra de Fernando el Católico, rey de Aragón. Pero el principal impulsor e incluso financiador fue el Cardenal Cisneros, auténtico garante de las últimas voluntades de Isabel la Católica. Por distintos motivos, tanto Castilla como Aragón necesitaban controlar la margen sur del Mediterráneo haciendo nuevamente cierta la frase «eran una voluntad en dos cuerpos».
Cardenal Cisneros
La «Armada» tuvo un gran protagonista con Carlos I y su ataque a Túnez.
Carlos I dirigió en 1535 una carta para reunir una flota que, además de las 45 naos y 17 galeras del marqués del Basto, sumaría las 23 carabelas que Andrea Doria traería desde Génova. A este contingente añadió el Papa nueve galeras, la Orden de San Juan otras seis y Portugal un galeón. A estas cien naves, Carlos V trae toda la flota española desde Nápoles, Sicilia, Vizcaya y Málaga.
Finalmente cayeron en manos españolas la imponente fortaleza de La Goleta y las ciudades de Túnez, Bizerta, Bujía y Bona.
Sin embargo, en la toma de Túnez ya aparecen signos de los nuevos tiempos. Las nuevas naos (siglos XIV, XV, XVI y XVII, la acepción genérica de «nave» o «barco», especialmente aquellas embarcaciones dotadas de cubierta y velas pero no dotadas de remos) más grandes que las utilizadas por Cristóbal Colón cuarenta años antes, ya iban equipadas con cañones y con dos castillos (el de proa y el alcázar a popa) y podían transportar 150 marineros y 500 soldados a cortas distancias. Pero sin duda la novedad fue el galeón (es una embarcación a vela utilizada desde principios del siglo XVI, los galeones eran barcos de destrucción poderosos y muy lentos que podían ser igualmente usados para el comercio o la guerra), aún más grande y mucho más armado que la nao, que después sería la punta de lanza de la Armada.
 
Desembarco de las tropas de Carlos V en Cartago, cerca de la Goleta. Tapiz de la serie sobre la conquista de Túnez.
 
En agosto de 1543 se promulgó una ordenanza según la cual se establecían dos flotas anuales. La primera era llamada de Nueva España y partía desde Sanlúcar de Barrameda hacia las Antillas Mayores, de allí a Veracruz en México para recoger su cargamento y llevarlo de vuelta a la Península. La segunda era denominada de Tierra Firme y su primer destino eran las Pequeñas Antillas, desde donde continuaba hacia Panamá entre julio y agosto.
Estos galeones resultaban insuficientes en muchas ocasiones para garantizar la seguridad del cargamento, por lo que se dotaba a ambas flotas de una escolta formada por ocho o diez galeones. Por esta razón se llamaba a la flota escoltada “convoy de los galeones”.
Puerto de Sevilla, salida de la Flota de Indias

 

Bandera del Imperio Español
 
Aunque el poderío de los navíos españoles era claro desde principios del siglo XVI, es en estos años cuando comenzó a cosechar sus más importantes logros, como la circunnavegación del mundo, la conquista de Filipinas y la protección inquebrantable de las flotas de Indias, pese a que el cine y la literatura americana e inglesa han hecho ver lo contrario.
A pesar de la errónea noción de que España empezó a perder su supremacía naval mundial tras la derrota de la Armada Invencible (la Gran Armada era su nombre correcto) de 1588, mentira difundida esencialmente por la historiografía inglesa , es un hecho demostrado que el poder naval español no sólo no disminuyó entonces, sino que se amplió en el XVIII, lo cual permitió a España mantener la comunicación con sus colonias mediante sus Flotas de Indias (América) y el Galeón de Manila (Filipinas).
El desastre de la Invencible

 

La Gran Armada de Felipe II

 

Bandera de la «Armada Invencible» o Gran Armada
En 1714, ya bajo la dinastía de los Borbones, se creó una Secretaría de la Armada que impulsó la reforma, modernización y expansión de la Armada en el siglo XVIII, necesaria para asegurar la comunicación con los territorios españoles de ultramar, amenazada frecuentemente por corsarios y potencias extranjeras.
Felipe V no estaba preparado para dirigir los territorios de la corona hispana; pero también supo rodearse de las personas más preparadas que trajeron un proyecto, y la Armada —es la primera vez que puede llamarse así— fue uno de los puntos donde más éxitos se lograron.
El primero de los reformadores fue José Patiño. Este italiano de origen gallego, uno de los mejores técnicos navales del siglo XVIII, comenzó por la reestructuración de las flotas y las pequeñas armadas en una institución única y común. Así mismo fundó nuevos astilleros, como Cádiz o Ferrol, y creó arsenales de donde pudieran salir los cañones, munición, herrajes y demás enseres para poder armar todos los barcos que debían construirse. Patiño logró poner a flote 56 barcos y construir 2500 nuevos cañones. La labor de Patiño ha sido siempre recordada por la Armada, hasta el punto de que, en el siglo XX, uno de los buques de aprovisionamiento logístico fue bautizado con su nombre.
Don José Patiño y Rosales,  fue Secretario de Estado de España durante el reinado de Felipe V 
Las corbetas Atrevida y Descubierta, al mando de Alejandro Malaspina y José de Bustamante, conformaron la Expedición Malaspina (1789-1794), un viaje de tipo político y científico alrededor del Mundo, con el fin de visitar la gran mayoría de las posesiones españolas en América y Asia.
 
Durante el resto del siglo, la superioridad de la Armada Española sobre todas las demás, y especialmente en el Atlántico, fue manifiesta, como se demostró, entre otras ocasiones, en la llamada, por los británicos, «guerra de la oreja de Jenkins», donde destacó uno de los mayores almirantes que jamás haya tenido la Armada Española, el guipuzcoano Blas de Lezo.
Don Blas de Lezo, almirante español y uno de los mejores estrategas de la Armada Española

 

 
El resto ya lo conocemos, hasta mediados del siglo XIX la Armada Española continuaba siendo una de las potencias marítimas, pero debido a la crisis política de este periodo y la ineptitud de sus gobernantes, llevó a la decadencia y desfase de las naves que en otros tiempos surcaron todos los mares con arrojo.
Bibliografía:
El poderío naval español. Historia de la Armada española del siglo XVII, David Goodman, 2001.
 

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